VISITANDO JAÉN
Hace falta tener ganas para visitar Jaén.
No me entiendan mal, pues a mi personalmente Jaén me encanta, pero tal y como se encuentra a día de hoy, con todo levantado por las dichosas obras, el calor asfixiante, el tráfico insoportable, las malas señalizaciones, y para colmo finales de agosto y final de vacaciones, pues digo que debe tener uno muchas ganas de conocer la capital del Santo Reino para enfrascarse en esa aventura.
Jaén es una capital recoleta. Su principal monumento -no lo vamos a dudar- es su magnífica catedral. Además posee un coqueto castillo, cuyas vistas dominan toda la ciudad y campiña de alrededores, un par de conventos, un barrio antiguo muy desmejorado, varias iglesias, y los no menos conocidos “Baños Árabes”, que es como decir, los baños romanos, pero en musulmán, que ahora queda mucho más guay.
La zona monumental de la ciudad está muy demacrada. Sus edificios, antaño emblemáticos y nobiliarios, han dado paso a edificios “muy funcionales” y “progres”, que es como la “izquierda” entiende esto de la conservación del patrimonio y demás, y la “derecha”, que es lerda hasta para eso de saber conservar lo suyo, pues nada, que con tal de no molestar a la izquierda, a quejarse por lo bajito.
En definitiva, y a lo nuestro, que dentro de muy poco tiempo veremos acometerse en el barrio de la catedral la colocación de “pinetes”, que limiten el estacionamiento de los vehículos, cuya misión es que se impida que estos automóviles desmejoren la visión de la catedral y su entorno. Si hace falta, se cortará el tráfico por los alrededores del monumento.
-Eso estaría bien, -me dijo un compadre el otro día-, pero como estos no saben hacer las cosas y que estas funcionen, me temo que el resultado será otro muy distinto.
Yo no es por pensar mal o por no dar un voto de confianza a nadie, sino que me huelo que los transportistas, servicio de transportes públicos, y residentes, van a colapsar más de lo que ya está el entorno de la catedral. ¿Total para qué?, pues para que la Sra. Alcaldesa ahora (el preboste de turno mañana), pueda llegar sin atascos a su “lugar de trabajo” (obsérvese el eufemismo), y así apurar unos minutitos más en la placentera cama, que es una bendición a eso de las siete y media de la mañana, hora de los contribuyentes “pelaos y mondaos” como un servidor.
Vamos, que entre las obras del tranvía, que ya me joroban bastante por lo gastoso e inútil del despilfarro, las mil y una obras capitalinas, que son como el relato de las “Mil y una noches”, pero en versión hormigonera, y ahora las “mejoras” para el casco antiguo y los alrededores de la catedral, pues que uno va a preferir vivir en un almacén de materiales de construcción que en Jaén.
Luego vendrán las campañas de publicidad de “Visita Jaén, paraíso interior”, y la de chistes que oiremos y soportaremos por culpa de políticos que no tienen otra cosa que hacer que fomentar las ganancias de sus amigos los constructores, carreteros u hormigoneros.
Venir a Jaén y tal y como está la cosa ahora, es como para darle dinero al señor turista, en vez de que el pobre se deje los euros en tiendas y tascas varias. Para otro día dejo la visita guiada por el casco histórico. Lo digo, por que al ritmo que van las obras, a lo mejor donde ayer había un palacio, mañana hay una delegación del ayuntamiento o de los Servicios Sociales, que también puede ser.